CREACIÓN DEL
CENTRO EXCURSIONISTA DE CAUDETE
Por Pablo Martínez
La afición por la montaña ha estado presente desde siempre en algunas
personas que han disfrutado de subir a las sierras y montes que nos rodean.
Esta actividad se ha desarrollado, en el ámbito de amigos y compañeros, como
una aventura exploratoria típica de cualquier persona con afición al monte.
Debemos mencionar como primera asociación que promueve el gusto por la montaña
a la Cofradía de Santa Bárbara, que ha ido transmitiendo la tradición de la
subida a la Sierra Santa Bárbara en el día de su fiesta, el 1 de mayo.
La exploración de cuevas también seguía esa misma pauta entre los
caudetanos por la presencia, en otro tiempo sin destruir, de la Cueva Santa. La
entrada a la cavidad ha sido repetida con los utensilios que cada época
ofrecía.
Nuestro grupo de amigos no fue ajeno a estas actividades y también
tomamos contacto con la Cueva Santa y nuestros montes. En el otoña de 1976, uno
de nuestros amigos, nos informó de la existencia de una cueva poco conocida en
la Sierra Lácera. En cuanto tuvimos ocasión nos encaminamos en su búsqueda y encontramos
la boca de la cueva. Realizamos nuestra primera incursión en aquella cavidad y
tras atravesar una gatera, nos encontramos con una zona amplia en la que
pudimos seguir de pie. Dejamos en ese sitio la exploración y volvimos al poco
tiempo mejor pertrechados. La cueva, de pequeñas dimensiones, quedó
completamente explorada y cuando salimos decidimos que eso era lo nuestro.
Acordamos crear un grupo cuyo objetivo sería encontrar cuevas por nuestros
montes y explorarlas.
Organizamos el grupo con aportación de dinero para compra del material
que se necesitara y le pusimos un primer nombre Grupo de Espeleología y Montaña
(sustituido más tarde por Grupo Speleo-Karst). Lo de espeleología lo supimos
gracias a la biblioteca del pueblo (entonces no existía internet) en la que
pedimos libros sobre cuevas. Tenían uno antiguo, Los misterios del mundo
subterráneo de Anton Lübke, que nos fascinó dejando en nosotros una huella
imborrable.
Nuestros primeros pasos, corría el mes de noviembre de 1976, consistieron
en recabar información de nuestros paisanos sobre cuevas y simas de nuestro
término. No podía faltar nuestra visita a la Cueva Santa, facilitada gracias a
nuestro amigo el fraile Desiderio, que con el Renault 4 del Convento, nos
acercó a esta cueva, colaborando activamente en nuestras exploraciones. Desde
el instituto de Villena también recibimos información de unas simas en Peña
Rubia, que visitamos y exploramos con cuerdas de cáñamo y de manera poco
ortodoxa, descolgándonos Fray Desiderio como si fuéramos sacos. Más adelante nos
fabricamos nuestra propia escalera de unos trece metros con cuerda y travesaños
de madera. Entretanto empezó a llegar a nuestros oídos la existencia de una
sima en la zona del Granillo.
Contactamos con una persona que la conocía personalmente, e incluso
hicieron una incursión en sus tiempos utilizando cable de acero y cabestrante
de albañilería, alcanzando el fondo del primer pozo de la sima. Se trata de
Francisco Pérez García, Kiko, el de las motos de trial, el cual nos dio detalles
para encontrarla. Tras dos intentos fallidos acercándonos en bicicletas de
paseo de entonces, acordamos que nos llevaría personalmente a la boca. Una
mañana de principios de septiembre de 1977 cumplió lo prometido y vimos, por
primera vez, la boca del Alto la Sima.
Allí nos comentó que conocía a un caudetano, Juan Sánchez Hernández
(Juan Metalla), que practicaba espeleología, desde hacía algún tiempo, con un
grupo legalmente constituido y que nos podía presentar para que nos diera
información sobre este deporte y la manera correcta de abordarlo. Podríamos ver
un casco de espeleología con lámpara de carburo por primera vez. Nos
presentamos en su casa una tarde de viernes si no recuerdo mal. Quedamos
entusiasmados viendo su casco, nos informó de sus andanzas por el mundo de las
cuevas, nos confirmó que había explorado Hundidero Gato, famosa por el
accidente mortal del espeleólogo José Manuel Vera Catral en diciembre de 1976.
Juan Sánchez nos entregó entonces unos folios de inscripción en el club
al que pertenecía, el Centro Excursionista de Bocairente, y quedamos unos días
después para entregárselos con los datos que se nos pedían. Cuando volvimos con
los impresos preparados nos dijo que había pensado que se podría crear un
Centro Excursionista en Caudete, que sería mucho mejor para todos. En aquellos
años, se necesitaba un mínimo de 25 personas para registrar un grupo y
adherirlo a la federación correspondiente. Nos pareció una muy buena idea y se
encargó de buscar gente que pudiera estar interesada. Ya había por entonces
grupos de amigos que hacían montaña y espeleología de manera autodidacta e
independiente. José María Agulló Cantos exploraba cavidades con sus amigos, así
como Juan Francisco Solera Menor, que, por influencia de su padre, tesorero de la Cofradía de Santa Bárbara, realizaba también excursiones y aventuras por
nuestras montañas. Así que en poco tiempo se empezó a tramitar la inscripción y
legalización del Centro Excursionista de Caudete. Así, en diciembre de 1977
quedó registrado y constituido legalmente el Centro Excursionista de Caudete,
que fue adherido a la Federación Valenciana de Montañismo y al Comité Nacional
de Espeleología (no existía la espeleología como federación aparte, sino que
estaba incluida en las federaciones de montaña). En enero de 1978 recibíamos
nuestras primeras licencias federativas y comenzaba nuestra andadura.
Como curiosidad, se completó de sobra el número requerido e incluso
algún bebé fue inscrito al poco de nacer como socio. En el local del Centro
Excursionista se conserva el libro de socios en el que aparecen todas las
personas que han formado o forman parte de esta aventura.