El domingo salimos de casa con la intención de hacer los barrancos de Bolulla y Abdet.
Más que una expedición, en la flagoneta de José Antonio parecíamos la cuadrilla de José Tomás.
Escogimos el primero por no repetir, así que siquiendo las instrucciones de internet llegamos al punto de salida.
El caudal se veía escaso, aunque eso no era mucho para lo que tenía que venir.
Al poco de empezar nos encontramos en medio de un pedregal que planteó incluso una retirada honrosa.
Cuando al poco volvimos a encontrarnos con el agua en forma de charca-verdosa-estancada, los ánimos estaban por los suelos.
A los pocos metros empezó a brotar agua de las paredes y aquello parecía una presa a punto de
reventar
El panorama cambió radicalmente. Agua limpia, fresca (Mateo anunciaba aguas termales, y resultaron termales pero poco....)
Pudimos entonces admirar las
depuradas técnicas de descenso de los participantes.
Se utilizaron estilos tan refinados como el salto de la rana, el cortejo del hipopótamo, el rápel a cuatro patas, el tobogán asistido, entre otros...
Pequeños saltos, toboganes.
La bestia de la ciénaga acechaba detrás de cada roca, de cada salto...
Un precioso rápel de los de libro que constituye el único obstáculo para que éste sea un cañón familiar.
Después de que José Antonio se empeñase en subir todo recto por medio de las huertas en contra de la voluntad del resto del grupo , llegamos al coche con la idea de ir a por el Abdet. Una tormenta del 15 nos mandó directamente a ver a Nadal.
Los miembros más débiles y más viejos de la manada terminaron como viene siendo habitual,
dormidos a la vuelta.
En definitiva, un cañón más que correcto, divertido y cómodo.
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